Por: José M. Flores Santiago, MPH
Según el diccionario de la lengua española
(2001), la radiación es una energía ondulatoria o partículas materiales que se
propagan a través del espacio. Esta energía ondulatoria “es generalmente invisible, no tiene
peso ni olor, y no tiene carga tanto positiva como negativa.
Algunas formas de esta energía ondulatoria pueden ser tanto vistas como
sentidas, mientras que otras pueden ser detectadas solamente con
instrumentación especial. De acuerdo
con la Asociación Mundial Nuclear (2002), la radiación proviene de los átomos
(bloque básico de todos los elementos). “Un átomo consiste de un núcleo,
formado por protones (determina la identidad del elemento) y neutrones (contribuyen al peso de un átomo),
y muchas partículas más pequeñas llamadas electrones (giran alrededor del
núcleo). Los protones tienen una carga positiva, y las cargas positivas tratan
de alejarse unas de otras. Sin embargo, los neutrones neutralizan esta acción y actúan como un tipo
de pegamento que mantiene a los protones juntos en el núcleo. El número de
protones en un átomo de un elemento es siempre el mismo, pero el número de
neutrones puede variar. Estos átomos pueden ser estables (no radiactivo) o
inestables (radiactivo); si hay demasiados o muy pocos neutrones, el núcleo es
inestable, y se dice que el átomo es radioactivo. Hay varias maneras a través
de las cuales un átomo puede transformarse en radioactivo. Un átomo puede ser
naturalmente radioactivo, procesos naturales del ambiente (potasio, uranio, sol
y estrellas) o la actividad humana pueden hacerlo radioactivo” (Agencia para Sustancias
Tóxicas y el Registro de Enfermedades, 1999).
Exposición
“La tierra está siendo
irradiada continuamente con niveles bajos de radiación ionizante (cualquiera de los varios tipos de partículas y rayos emitidos por material radiactivo, equipos de alto voltaje, reacciones nucleares y las estrellas”), de manera que
todos los animales, las plantas y otros organismos vivientes están expuestos
diariamente a pequeñas cantidades de radiación ionizante provenientes de varias
fuentes” (Agencia para Sustancias Tóxicas
y el Registro de Enfermedades, 1999). Incluso, “los seres humanos
reciben anualmente un promedio de dosis de radiación entre 300 y 450 milirems,
unidad utilizada para medir el efecto de la radiación en el cuerpo humano, de
fuentes tanto naturales como antropogénicas” (Departamento de Salud y Servicios
Humanos de los Estados Unidos et al., 1993). La radiación natural proviene
tanto de fuentes terrestres (elementos radioactivos como lo son los
radionúcleidos) como de partículas de alta energía emanadas desde las
estrellas.
Las
fuentes de exposición tanto humana como medioambiental a la radiación ionizante
son: el sol, las rocas, el suelo (personas que viven en Kerala, India, regiones
costeras de Brasil y en ciertas áreas de Francia), el uso determinado de
materiales de construcción (madera y granito), cocinar con gas, el potasio,
aislación térmica de los ambientes, los viajes en avión, producción de
combustible nuclear y reactores nucleares, residuos
radiactivos de pruebas de armas nucleares utilizadas en el pasado, lugares de
desechos radiactivos, detectores de humo, ciertos productos de consumo
(combustión de carbón y de aceite, productos de tabaco, dentaduras y coronas),
materiales radiactivos liberados desde hospitales como de plantas de energía
tanto nuclear como de carbón, los rayos cósmicos (personas que viven cerca del
nivel del mar), irradiación interna, el radón (personas residentes en el
suroeste de los Estados Unidos, Colorado, y en áreas de Checoslovaquia),
energía geotérmica, radionucleídos, los rayos X, exámenes de medicina nuclear,
braquiterapia, radiografías e imágenes de resonancia magnética. Esto se da
mayormente a un sinnúmero de personas, tales como: piloto, asistente de vuelo,
astronauta, personal médico o de rayos X, investigadores, mineros de uranio,
guías de cuevas, espeleólogo expuestos al radón, radiógrafos industriales,
geólogos que usan dispositivos radiológicos para medir presión en pozos,
trabajo en una planta tanto industrial como de energía nuclear o si viven cerca
de las detonaciones de bombas atómicas en Hiroshima o Nagasaki.
No obstante, las fuentes de exposición tanto humana
como medioambiental a la radiación no ionizante son: los rayos ultravioletas, comunicaciones inalámbricas, aplicaciones tanto
industriales, científicas como médicas, microondas, lavadoras, aspiradoras,
tostadoras, monitores de bebés, lavadora de platos, ondas de radio tanto de muy
alta como de baja frecuencia, soldadura por arco y oxigas, lámparas solares,
rayos laser, lámparas de esterilización (germicida), lámparas de descargas de
gas tanto de alta como de baja presión), fabricación de acero y vidrio,
soldadura y rayos laser. Esto se da mayormente a un sinnúmero de personas,
tales como: trabajadores de inducción, trabajadores de ferrocarriles,
soldadores de arco, trabajadores de oficina y trabajadores de la energía.
El Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados
Unidos et al. (1993) expresa que la exposición a la radiación puede resultar de
fuentes tanto internas (ej., radionucleídos depositados dentro del cuerpo),
contaminación externa (ej., radionucleídos depositados en la superficie
corporal), como irradiación por una fuerte externa. Estos radionucleídos
depositados internamente producen con frecuencia radiación no uniforme a los
órganos y tejidos próximos, dependiendo de la distribución de los
radionucleídos y las características metabólicas. En muchos aspectos, la
contaminación interna puede ser vista como una exposición crónica.
“Los radionucleídos pueden entrar al cuerpo vía inhalación (ruta más
común de contaminación interna), ingestión, absorción cutánea o a través de una
herida contaminada. Dependiendo del tamaño de la partícula, los aerosoles
pueden penetrar el sistema de auto-limpieza mucociliar de las vías
respiratorias centrales. Para aerosoles insolubles, el destino biológico
usualmente incluye la transferencia del radionucleído por macrófagos hacia los
nódulos linfáticos regionales y solubilización parcial. Esto depende de su
composición química para la distribución, metabolización y excreción”
(Departamento de Salud y Servicios Humanos et al., 1993).
Efectos a la salud
Para determinar si la radiación le
afectará adversamente a una persona, la Agencia para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades (1999) infiere que hay que tener en cuenta un sinnúmero de
factores, tales como: la dosis, cantidad, duración y el tipo de radiación a la
misma vez que se considera la sustancia química, edad, sexo, dieta,
características personales, estilo de vida y condición de salud.
La Agencia de Protección
Ambiental de los Estados Unidos (2010) manifiesta que los efectos estocásticos
están asociados a largo plazo, niveles bajos (crónico), de exposición a la
radiación ionizante. La radiación crea un daño en el nivel tanto celular como
molecular, puede interrumpir el proceso de control, permitiendo así el
crecimiento incontrolado de las células. Esto quedó evidenciado en varios
“estudios realizados a sobrevivientes de las detonaciones atómicas durante la
Segunda Guerra Mundial. Una dosis de radiación de 100 milirems causa sobre un
5% de aumento en el riesgo para desarrollar un cáncer fatal. Un estimado
razonable del riesgo adicional para la mortalidad por cáncer es de uno a cinco
canceres fatales en 10,000 personas expuestas a una dosis de 1 milirem”
(Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos et al., 1993).
También, “la radiación puede causar cambios en el DNA, llamados mutaciones.
Estas mutaciones pueden ser tanto teratogénicas (causadas por la exposición del
feto en el útero y afecta solo el individuo quien fue expuesto) como genéticas
(son transmitidas a la descendencia)” (Agencia de Protección Ambiental de los
Estados Unidos, 2010). Si estas mutaciones ocurren, “aumenta la incidencia de:
abortos, mortinatos, muertes neonatales y defectos congénitos. Ello aumenta si
la exposición es mayor de 50 milirems después de las ocho semanas”
(Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos et al., 1993).
Los efectos no estocásticos aparecen en
casos de exposición a niveles altos de radiación ionizante (mayor de 100
milirems), se vuelven más severos a medida que aumenta la radiación y pueden
provocar, nauseas, vómitos, diarreas, fatiga, reducción tanto de los linfocitos
y neutrofilos, debilidad, pérdida de apetito, retardo en el crecimiento de los
huesos en niños, malestar, hemorragias, inflamaciones de la boca y garganta,
defectos de nacimiento (reducción del tamaño de la cabeza: mayor de 100rems),
cataratas (100 – 400 rems), pérdida de cabello, disminución de la función del
órgano o “efectos en la piel (depilación temporal: 300rems; depilación
permanente: 700rems; eritema: 200 –
1,500rems; descamación: 1,000 -15,000 rems; úlceras: 2,000rems; necrosis:
1,800rems; atrofia: 1,100rems; y fibrosis invasiva: 1,000rems” (Zaider &
Rossi, 2001).
Por otro lado, los efectos biológicos de
diferentes radiaciones no ionizantes (se refiere a la energía radiante que, en lugar de producir iones cargados cuando atraviesan a través de la materia, tiene suficiente energía sólo para la excitación) son tanto en la piel como en los ojos, y
se dividen en dos categorías a saber: daño tanto termal como fotoquímico. Estos
son: eritema: 100nm y fotoqueratitis: 280nm producidos por la radiación UVC;
cataratas fotoquímicas: 315nm, reacciones fotosensitivas en la piel producidas
por la radiación UVB; cáncer de la piel y foto-envejecimiento de la piel a 400nm
producidos por la radiación UVA; quemadura en la piel a 1.4 µm producida por
la radiación IRA; quemadura corneal y cataratas producidas por la radiación IRB
a una exposición de aproximadamente 2 µm; quemadura de la superficie corporal a
1 mm de radiación IRC; calentamiento con una profundidad de penetración de 10
mm producida por una exposición de 1 GHz de microondas al mismo tiempo que se
acumulan cargas en el cuerpo a una exposición mayor de 100 GHz.
Protección
“Las recomendaciones y
los reglamentos para la protección son actualizados periódicamente a medida que
se dispone de información adicional. Estos reglamentos tanto federales como
estatales actuales limitan la radiación a la que pueden exponerse los
trabajadores a 5 milirems/año). Esto se debe a que los riesgos por radiación
son más peligrosos que los riesgos químicos. Para ello, los límites de
protección contra la radiación son más bajos que los límites de protección
contra los riesgos químicos. El límite de exposición para el feto de una mujer
que trabaja con radiación es 0.5
milirems por período de embarazo de 9 meses. Para la población general, el
límite es 0.1 milirems/año), con un límite condicional de 0.5 milirems/año)
bajo circunstancias especiales. Para darle al público un margen de seguridad
adicional, la dosis límite para el público se ha establecido a un nivel por lo
menos 10 veces más bajo que el límite ocupacional” (Agencia para Sustancias Tóxicas y el Registro
de Enfermedades, 1999). Ante estos límites de protección contra la
radiación, la Agencia de Protección Ambiental (2010) infiere que hay que tener
en cuenta una serie de factores, tales como: toxicidad del radionucleído,
intensidad de la radiación ionizante, la rapidez del radionucleído para emitir
radiación y la abundancia relativa de formas tanto radiactivas como no
radiactivas. Mientras tanto, la Comisión Reguladora Nuclear (2010) expresa los
estándares para la protección contra la radiación, los cuales son: limitar la
dosis de radiación de los empleados, limitar la exposición individual a los
radio nucleídos, monitorear los materiales radiactivos, colocar señales en y
alrededor de las áreas radiactivas y reportar la perdida de material
radiactivo. Además, “hay que utilizar el equipo protector y personal de monitoreo
apropiado tanto de los dispositivos, de los guantes forrados de plomo como de
las batas. Los procedimientos de controles pueden ser recomendados para limitar
el número de exposiciones iniciados por un operador durante un periodo de
tiempo” (Administración de Drogas y Alimentos de los Estados Unidos, 2010).